Teocaltiche es un municipio de menos de 50.000 habitantes ubicado en los Altos de Jalisco. En menos de diez días han asesinado ahí a dos importantes funcionarios, crímenes que ilustran lo complicado que será para el gobernador Pablo Lemus pacificar su entidad.Este lunes, el secretario del ayuntamiento teocaltichense fue ultimado a tiros mientras se encontraba en un restaurante. El homicidio de quien también era funcionario priista ocurre días después de que el jefe de la policía local falleciera tras ser emboscado. Cuando ocurrió el asesinato del jefe policial, el gobernador Lemus pidió a la ciudadanía un plazo 45 días para pacificar la región. ¿Por qué 45 y no 90?, ¿por qué mes y medio y no un año? Ni idea. ¿Es razonable el término que solicita el gobernador? Hay un elemento que atenta contra la idea (y sobre todo contra la esperanza) de que será cuestión de semanas para que las cosas se apacigüen en Teocaltiche: esos asesinatos, que sacuden la estructura municipal, se dieron a pesar de un operativo del gobierno. Dos meses atrás, el 19 de febrero, Lemus, con la ayuda del Ejército Mexicano y la Guardia Nacional, intervino la policía municipal de esa demarcación. El reporte por la desaparición de ocho policías y un chofer, las sospechas de colusión entre uniformados y criminales, y el hallazgo de restos humanos provocó tal decisión del emecista. Según reportes de la prensa jalisciense, de los 59 policías activos en Teocaltiche, 24 decidieron renunciar y 35 serían evaluados. Hasta finales de abril, dice otro reporte, no existían las condiciones para que la policía municipal retomara funciones por sí misma. En otras palabras, tan impactantes homicidios como los del jefe de la policía y del secretario del ayuntamiento fueron perpetrados mientras la seguridad está directamente a cargo del gobierno estatal. De Lemus.Y para dimensionar el tamaño del reto del gobernador hay que consignar que no es la primera ocasión en que en Teocaltiche se interviene la policía. Cito una nota de El Informador de febrero: “esta es, por cierto, la cuarta ocasión en la que la Policía de Teocaltiche es desarmada y el Estado toma sus funciones debido a irregularidades como encontrar armas que no pertenecían al municipio (en 2017), abusos de los uniformados (2020) y policías con antecedentes penales, positivos al consumo de drogas y hasta con órdenes de aprehensión (2023). En una de las intervenciones incluso fueron detenidos tres oficiales de esa Comisaría, al estar presuntamente relacionados con la desaparición de tres personas”.Desde hace lustros (o habría que decir décadas) los cuerpos policiacos municipales son uno de los eslabones más débiles del ya de por sí precario sistema de seguridad pública de México. Teocaltiche, a todas luces, no escapa a esa condición. Igualmente, hay que decir que para un municipio pequeño hay algo peor que estar en medio de la nada, y esa maldición se llama estar en lo que podría ser un corredor, como es el caso: las fronteras de Guanajuato, Aguascalientes y Zacatecas son cercanas a Teocaltiche.Una de las cosas más lamentables de la conferencia del fiscal general de la República Alejandro Gertz Manero del martes pasado, cuando se suponía que iba a dar avances del rancho Izaguirre (también en Jalisco) fue su recargón a un municipio, en este caso Teuchitlán.Aduciendo a la existencia de una recomendación del año 2021 de la comisión de derechos humanos jalisciense, el fiscal dejó a entender que Teuchitlán no hizo el debido caso a la problemática de reclutamiento forzado e incluso desaparición de personas. Desde luego que tras los hechos de Teuchitlán es necesario deslindar responsabilidades de los cuerpos policiacos de ese municipio e incluso de uno más importante, como lo es el de Tala, en la misma zona. Y al respecto ya hay algunas detenciones de policías. Pero pretender sembrar la idea de que es al nivel municipal al que toca enfrentar todo el poderío de grupos criminales que son, ni más ni menos, trasnacionales, que cuentan con capacidades logísticas y armamentísticas colosales y con, ya no se diga, mecanismos de cooptación y corrupción de autoridades, es inaceptable. Volvamos a Teocaltiche. La primera pregunta a resolver es porqué están matando a sus funcionarios públicos; y esta interrogante se vuelve aún más pertinente si subrayamos que cómo será el tamaño del desafío criminal que no solo atenta contra tan visibles personajes sino que lo hace sin amilanarse ante el hecho de que la seguridad del municipio esté en manos estatales. Lemus debe responder a la ciudadanía no con un plazo sacado de la manga, sino con un reporte puntual de los motivos de esos crímenes, la naturaleza conflictiva del municipio y, desde luego, lo que tomará, en tiempo y recursos, tener una policía municipal que de verdad proteja a la gente de Teocaltiche, incluidos sus funcionarios. Lo anterior no exime a la propia policía estatal de sus responsabilidades, pasadas y futuras.Todo lo demás, decir que la paz llegará en 45 o 200 días, es una bravata, una muy “al estilo Jalisco”, ese dicho tan poco afortunado que luego repite el gobernador Lemus a la primera de cambios. En Teocaltiche y en muchos otros municipios de Jalisco se necesita más que envalentonamiento. El problema es estructural, y la solución no será ni sencilla ni barata ni ajena a más sangre. Por desgracia.

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