De las más de 20.000 especies de abejas que se calcula que existen en el mundo, ninguna es tan conocida como la de la miel, Apis mellifera, domesticada por los humanos desde hace milenios, al igual que las cabras, las vacas o los caballos. Cuando se habla de abejas, la mayoría de la gente piensa automáticamente en los insectos de las colmenas cuidadas por los apicultores con sus trajes especiales para protegerse de las picaduras. Sin embargo, también pueden encontrarse colonias de melíferas silvestres que producen miel en agujeros de los árboles y otras cavidades en espacios naturales. Esto es lo que muestra el libro Abejas melíferas. Su vida secreta en el bosque, del fotógrafo Ingo Arndt y el científico Jürgen Tautz, una obra publicado ahora en español por la editorial La Fertilidad de la Tierra que se mete dentro de los nidos de estos increíbles insectos sociales en florestas de Alemania para reivindicar la gran importancia de las poblaciones salvajes.La primera sorpresa de los investigadores que estudian estas colonias silvestres de abejas de la miel en Europa es que existen muchas más de las que se piensa. Thomas Seeley, pionero en estos estudios, estimó que en el bosque de Arnot, en el estado de Nueva York, había un árbol habitado por estas polinizadoras por kilómetro cuadrado. Pero el asombro resulta mucho mayor cuando se observa de cerca su comportamiento y sus curiosos mecanismos para defenderse ellas mismas cuando viven de forma autónoma. Por ejemplo, a diferencia de lo que ocurre en las colmenas de los apicultores, en los nidos de los árboles las abejas conviven con otras especies con las que establecen asociaciones positivas, como los pseudoescorpiones, que se alimentan de los ácaros Varroa, uno de los principales parásitos que amenazan a las polinizadoras. Aunque el conservacionismo nunca ha prestado demasiada atención a estos insectos, por la sobreabundancia de melíferas de la apicultura, un sector considerado incluso como ganadería, en los últimos años ha crecido mucho el interés en Estados Unidos y Europa por estas colonias silvestres. Sobre todo, con el problema de la mortalidad en las colmenas de los apicultores y el declive de muchos polinizadores.“Las abejas melíferas gestionadas por humanos se ven sometidas a una gran presión por enfermedades y parásitos. Las abejas silvestres, obviamente, sobreviven a estos problemas. Al estudiar qué contribuye al éxito de las abejas silvestres, esperamos aprender cómo podemos apoyar mejor a las abejas controladas”, señala Tautz, autor del libro y profesor emérito de la Universidad de Wurzburgo (Alemania). “Un segundo aspecto importante es que las poblaciones de abejas silvestres se configuran por selección natural, no por selección humana. De esta manera, las abejas silvestres albergan un tesoro genético que algún día podría ser fundamental”.Dos abejas intercambian miel, otra de las imágenes del libro de Arndt y Tautz.Ingo ArndtDespués de establecerse en España, el apicultor Alejandro Machado, criado en Alemania pero con madre gallega, leyó en internet que unos investigadores alemanes buscaban colaboración para encontrar colonias de abejas melíferas silvestres que anidaran en los árboles. “Yo les escribí y les dije: yo estoy en Galicia y aquí hay abejas de la miel que viven en los árboles, en las paredes, en los postes eléctricos…”. Así fue como dos colaboradores de Tautz de la Universidad de Wurzburgo, Benjamin Rutschmann y Patrick Kohl, comenzaron a monitorear poblaciones de estas polinizadoras en Xinzo de Limia (Ourense).Estos insectos necesitan orificios para anidar, pero no son capaces de hacerlos por ellos mismos, por eso a menudo utilizan los agujeros que dejan en los árboles los pájaros carpinteros. Seleccionan cavidades alejadas del suelo, una forma de protegerse también de los golosos osos, cuando los hay. Todo ello hace que no resulte nada sencillo localizar y estudiar estos nidos dispersos por los bosques. Sin embargo, en Galicia los investigadores alemanes descubrieron que es mucho más fácil cuando las abejas silvestres viven dentro de postes eléctricos huecos de hormigón, muy accesibles y localizables, así que centraron su investigación en estos emplazamientos. “En paisajes agrícolas sin hábitats naturales de anidación, estos postes actúan como árboles huecos artificiales”, comenta Rutschmann. Según publicaron en Biological Conservation, tras comprobar 214 pilotes, en 29 hallaron colonias de abejas Apis mellifera iberiensis, una subespecie propia de la península Ibérica (de un color más oscuro) que, a pesar de la expansión de determinados linajes en la apicultura actual por cuestiones de rendimiento, todavía se utiliza en muchas colmenas de los apicultores del país.Concepción Ornosa, entomóloga especializada en polinizadores de la Universidad Complutense, diferencia dos tipos de colonias que pueden encontrarse en la naturaleza: las de abejas verdaderamente salvajes que no tienen nada que ver con las poblaciones domesticadas, “que en España es muy difícil, pero quién sabe”, y las asilvestradas procedentes de enjambres salidos de las propias colmenas de los apicultores, “muy comunes aquí”. Los escapes de esta segunda modalidad resultan inherentes a la propia naturaleza de la especie, pues cuando las colonias llegan a una determinada población, la mitad de las abejas abandonan el nido con una reina para buscar otro asentamiento. En las colmenas, los apicultores suelen estar pendientes para cambiarlas de caja antes de que esto suceda, pero esto no siempre ocurre. “Encontrando recursos en la zona, flores variadas, arbustos, pastos, y posibilidad de nidos, claro que las abejas de la miel pueden sobrevivir por sí solas, pues son muy versátiles”, destaca Ornosa. “En clase yo siempre decía a los alumnos que la mejor conservación es la no intervención: la naturaleza funciona mejor si nosotros no andamos metiendo la mano. Que luego hay que intervenir para restaurar un paisaje, pues sí, pero cuanto más natural es un medio mejor funcionan las especies que viven allí”.Una colonia de abejas de la miel en un agujero construido por un pájaro carpintero en Alemania, en una imagen del libro de Arndt y Tautz.Ingo ArndtPara Patrick Kohl, otro de los investigadores alemanes que monitoria las colonias silvestres en postes eléctricos en Xinzo de Limia, todavía es pronto para sacar conclusiones sobre estas poblaciones. Según asegura, “por lo general, no se pueden distinguir las abejas silvestres de las abejas criadas en función de su genética o morfología en la mayoría de los lugares de Europa”. “Por lo tanto, una cuestión crucial en nuestra investigación es si las cohortes de colonias silvestres pueden formar poblaciones autosuficientes; es decir, estudiamos si serían estables a lo largo del tiempo basándose en su propia supervivencia y reproducción”, comenta el científico. “Lo que se suele aceptar como una población ‘verdaderamente silvestre’ es aquella que no depende de la inmigración de enjambres desde los colmenares. Por ejemplo, en la región de estudio en Galicia, según las tasas de supervivencia observadas, las colonias silvestres necesitarían producir de dos a tres enjambres al año para mantener la población”.El apicultor gallego Machado sostiene que lleva ya unos cuantos años viendo salir de los agujeros de los postes eléctricos a estas abejas. En su caso, este descubrimiento, junto a las publicaciones de Seeley y Tautz, han cambiado su forma de mirar las abejas y de gestionar sus colmenas. Él se muestra contrario al uso de variedades de abejas muy distintas a las autóctonas, como las Buckfast, que supuestamente son más mansas y pican menos. O con la intervención constante en las colmenas, ya sea alimentando a los insectos o suministrándoles tratamientos sanitarios. Al contrario, trata de actuar lo menos posible, para que las abejas vivan de una forma parecida a las silvestres. “Lo que sí hago es dejarlas miel a ellas”, recalca. “Aquí hay un conflicto de intereses, pues cuánto más miel se saque, más dinero”, comenta Machado. “Yo no vivo de la miel y no quiero vivir de la miel, exactamente por ese motivo”.Una de las principales sorpresas abordadas por el libro de Arndt y Tautz es cómo, a pesar de las múltiples mezclas e hibridaciones de la apicultura actual, las abejas de la miel no han perdido su forma salvaje. “¿Por qué después de tantos milenios de apicultura humana todavía no hay melíferas que sean tan diferentes de su aspecto original como un perro salchicha lo es de un lobo?”, se pregunta Tautz. “Dos razones explican este hecho. En primer lugar, la biología reproductiva de las abejas y su comportamiento de apareamiento dificultan enormemente su reproducción como el ganado o los cerdos”, explica el profesor alemán. ·”En segundo lugar, la distribución de los genes dentro de una población y la haplodiploidía como base para la determinación sexual dan lugar a un sistema muy resistente a los cambios. Y cuando ocurren, suceden muy lentamente. Todo esto impide una rápida evolución en las abejas”.

Todo lo que nos cuentan las abejas de la miel salvajes que viven en los bosques | Clima y Medio Ambiente
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