Dos troncos de encina de unos 15 centímetros roídos como si les hubieran sacado punta al borde del Manzanares, en la zona de Mingorrubio en El Pardo, dieron la pista esta semana: los castores (Castor fiber) habían llegado a Madrid. “Deben ser dos ejemplares que han soltado de forma ilegal, sin ningún tipo de estudio científico que soporte esta actuación, es como coger linces u osos y reintroducirlos donde mejor te parezca”, advierte el biólogo Francisco José García, miembro de la Sociedad Española para la Conservación y Estudio de los Mamíferos (SECEM). La especie desapareció de España hace siglos y regresó en 2003, cuando un grupo de activistas centroeuropeos libero 18 ejemplares en los ríos Aragón y Ebro, a caballo entre Navarra y La Rioja. Lo hicieron sin autorización y sin ninguna planificación ni investigación previa.Desde entonces, la especie se ha ido expandiendo y el grueso de la población se distribuye por el río Ebro y sus afluentes, en La Rioja, Aragón y Navarra. También se detectaron en Jaén, a orillas del Guadalquivir, en el verano de 2023, un lugar completamente inaccesible para ellos, a 365 de su área de distribución (en la cuenca del Ebro), a no ser que alguien los trasladara allí. Lo mismo que se sospecha ha ocurrido en el río Tajo y ahora en el Manzanares.Cuando se descubrió la presencia de castores en España, en 2005, la Comisión Europea dio permiso a las comunidades autónomas colonizadas para exterminar a la especie por la ilegalidad de la actuación y los problemas que pudieran causar al entorno. Entre 2008 y 2017 se atraparon 216 ejemplares, lo que supuso la eutanasia de muchos de ellos. Pero en 2018, la Unión Europea decidió que se trataba de una especie nativa y, en consecuencia, el Gobierno español la protegió ―en 2020 se incluyó en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial (LESPRE)―, lo que prohíbe su captura.Encina cortada por los castores en el río Manzanares.Francisco GarcíaLos indicios encontrados apuntan a que los ejemplares se encuentran entre la presa de El Pardo y la ciudad de Madrid. “Es un lugar con muy pocas opciones para que sobrevivan porque el embalse está completamente cerrado y el río que va ahora muy lleno por las últimas lluvias se convertirá en un hilillo de agua en verano”, añade el científico. Tampoco tienen grandes posibilidades de escapar aguas abajo, porque aunque el cauce se ha renaturalizado al sur de la ciudad se topa con aguas que proceden de las depuradoras del sur, “una zona muy contaminada”. “Son dos castores aislados del resto del mundo”, se indigna García por lo que él considera “una gran irresponsabilidad de quien los haya llevado allí”.No sé sabe de dónde proceden los ejemplares de estas liberaciones descontroladas. García apunta a que el origen pueda estar en los centros y núcleos zoológicos, como ocurre en Bélgica. “Son animales que se pueden mantener en cautividad y crían sin problema, porque capturarlos en el campo es difícil y no parece que procedan de la población del Ebro”, explica.En España no existe un censo de castores, por lo que no se conoce el tamaño de la población. García apunta a la responsabilidad de la Administración, “porque miran hacia otro lado con las sueltas ilegales, que generan un gran impacto en la vegetación”. Añade que este desconocimiento impide conocer si en España su reintroducción es beneficiosa o no. Estos roedores de hábitos acuáticos pueden pesar entre 16 y 30 kilos y utilizan como material de construcción los árboles ribereños como chopos, nogales y otros frutales.

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