En Democracia Bloqueada, su más reciente libro, el exfiscal, exprocurador y exministro Alfonso Gómez Méndez reúne columnas, entrevistas y textos de coyuntura escritos durante más de una década. No es una memoria política ni un ajuste de cuentas, sino una forma de advertir —con pruebas y experiencia— cómo las instituciones se han venido atascando.En entrevista con EL TIEMPO, Gómez Méndez recuerda con lucidez sus años como congresista, fiscal general, embajador y ministro. No se detiene en anécdotas personales, pero sí señala con precisión los puntos de quiebre del sistema. Comenta que los cambios políticos y las tensiones institucionales han afectado a la justicia y la democracia del país.Usted es un hombre de buenas en la justicia, pero ¿de malas en la política?Qué le digo. Fui representante a la Cámara entre 1986 y 1989, en una alianza con el actual ministro de Salud, Guillermo Alfonso Jaramillo, quien era el senador y yo el representante, en una alianza con la Unión Patriótica. De ahí salí para la Procuraduría General. Después fui a Viena como embajador y decidí aspirar al Senado. Y sí, tiene razón, eso fue un primer chamuscón en política, porque me faltaron mil votos para ser senador. A veces, Dios y la vida tienen sus caminos. Probablemente, si hubiera sido senador, no habría sido fiscal unos años más tarde. Mucho tiempo después de ser fiscal —porque creo que esos cargos no se pueden utilizar como trampolín político— intenté de nuevo. No he tenido suerte, dijéramos, en lo puramente electoral. Tal vez porque, para eso, se requieren unas cualidades de las cuales Dios me privó.Carátula del libro de Alfonso Gómez Méndez. Foto:Intermedio EditoresPrimero, para que quede claro, nosotros sí tenemos una democracia electoral. Hay que distinguir entre lo que es la democracia electoral y lo que es la democracia real. La democracia electoral, en cierta forma, la hemos sostenido porque hay elecciones cada cierto tiempo, aunque, por ejemplo, a las nuevas generaciones se les ha olvidado que, en el año 49, Ospina Pérez cerró el Congreso. Curiosamente, con argumentos parecidos a los que le oí al presidente Petro el día del trabajo, ya que en ese momento el presidente Ospina sostuvo que el funcionamiento del Congreso era incompatible con el mantenimiento del orden público. Aquí, parecería que el argumento es que es incompatible con la aprobación de las reformas, y tuvimos 10 años sin elecciones. Ahora, digo, la democracia es algo más que la democracia electoral. ¿Y por qué hablo de una democracia real bloqueada? Bloqueada por varios factores. Entre otras cosas, porque las condiciones de inequidad social en Colombia hacen que buena parte de la población no pueda disfrutar realmente de la participación en sentido general en una sociedad. Por otro lado, porque aún hay, internamente, unos bloqueos. ¿A qué me refiero? Para que una democracia funcione, se necesita separación de poderes. Usted tiene separación formal, pero no separación real. Ese es un primer factor de bloqueo.El segundo factor de bloqueo es que, en una democracia verdadera, es clave la responsabilidad política, algo que nosotros nunca hemos tenido. Confundimos la responsabilidad política, el perdón, con la responsabilidad judicial, que es otra cosa. Y finalmente, hay un bloqueo porque los mecanismos de desfogue no existen.¿No hay riesgo de populismo? ¿Qué tan lejos cree que estamos del populismo en Colombia?Yo creo que en Colombia ha habido populismos: populismos de izquierda, populismos de derecha. Un populismo que no llegó a la presidencia fue el de Rojas Pinilla, que, por cierto, todavía se dice que un supuesto fraude en el 70 fue la causa del surgimiento del M-19. Bolívar sí fue el libertador, pero tuvo esclavos. La esclavitud, de la que tanto habla el Presidente Petro, fue abolida en Colombia en 1851 durante el régimen liberal de José Hilario López. La Constitución bolivariana, que fue la que él redactó, establecía nada menos que una presidencia permanente y hereditaria. Yo no sé qué tanto eso tenga de izquierda; es más, quienes conocen un poco la historia de esta nación deben saber que, por mucho tiempo, Bolívar fue el símbolo del Partido Conservador.El símbolo del Partido Conservador era Bolívar, y para los liberales era Santander. Pero desde que Chávez rescató a Bolívar, ahora todos quieren ver en él la encarnación de Carlos Marx, quien, por cierto, tenía una opinión no muy favorable de Simón Bolívar.Si usted tuviera dos palabras o una frase corta para definir a estos personajes, ayúdeme.Darío Echandía: una cumbre moral y jurídica de esta nación.Alfonso López Michelsen: un contestatario desde el establecimiento que ejerció el poder.Julio César Turbay Ayala: un político pragmático que, a pesar de haber sido cuestionado, fue un hombre honrado. Al país le debe el gesto de no haber permitido, durante la toma de la embajada de la República Dominicana, que ocurriera lo que después pasó en el Palacio de Justicia. Solo por esa razón, el país debe admirar a Julio César Turbay.César Gaviria: demasiado pragmático. Casi que tendría que declararme impedido, pues en varias ocasiones se me ha atravesado en el curso de mi vida pública y no tengo la distancia suficiente para opinar con objetividad.Ernesto Samper: un hombre con una buena formación que se dejó llevar por el deseo de triunfar en un mal momento de su vida.Piedad Córdoba: una mujer valiente y arriesgada, que hubiera podido ser la primera mujer presidenta de Colombia. No vamos a profundizar sobre ella acá, porque ya no nos acompaña. Yo fui muy amigo de Piedad en su momento, pero en algunos pasajes de su vida cometió errores que probablemente marcaron su trayectoria.Gustavo Petro: un hombre afortunado, a quien hay que reconocer —como a los demás del M-19— que abandonó las armas y aceptó las reglas de la democracia. Sin embargo, a mi juicio, en él prevalece más el caudillo que el jefe de Estado o el hombre de Estado.¿Usted cree, Dr. Alfonso Gómez Méndez, que una idea como la de una consulta en un año preelectoral le puede salir bien a Colombia?Yo soy partidario, lógicamente, de los mecanismos de participación popular. Pero ojo: cuidado con la democracia plebiscitaria. Las consultas no fueron concebidas para reemplazar al Congreso. Quiero decir, no toda discrepancia entre el Congreso y el presidente debe llevarse a una confrontación con el pueblo. Me parece que, de lo contrario, viviríamos en consultas permanentes.Gómez dice que hay que distinguir entre la democracia electoral y lo que es la democracia real. Foto:FISCALÍA GENERAL DE LA NACIÓNYo soy partidario, en su gran mayoría, de las disposiciones de la reforma laboral. ¿Quién se opone a formalizar el trabajo? ¿Quién se opone a que haya recargo nocturno? Es más, aquí hubo salario triple, ¿saben ustedes? ¿Y saben cuándo? Durante el gobierno conservador de Guillermo León Valencia, quien, por decreto, estableció el salario triple dominical.Pero las consultas no pueden plantearse para obtener réditos políticos. Es más, incluso la consulta, tal como está planteada, no llevaría a que automáticamente se plasme algo, porque la diferencia entre el referendo y la consulta es que el referendo crea una norma jurídica que rige de inmediato. En cambio, la consulta genera unos mandatos al Congreso, que este debe cumplir, pero dentro de sus procedimientos, lo cual también puede demorarse.En fin, no hay que abusar de la consulta y, muchísimo menos, utilizarla para terminar en una democracia plebiscitaria.Pero en un año preelectoral y con la situación de orden público en la que estamos, ¿esto va a salir bien?Pues depende de lo que se entienda por “salir bien”. Le puede salir bien al presidente en cuanto a la agitación. Probablemente no le salga tan bien si no consigue el umbral, pero habrá producido una agitación que le puede servir. Sin embargo, me parece que esa no fue la filosofía de los mecanismos de participación.¿Hasta dónde llega la vida privada de un presidente de la República, de acuerdo con esa tradición que tenemos en Colombia y con lo que está ocurriendo en este momento en el país?Podríamos decir que la tradición en Colombia ha sido distinta a la de, por ejemplo, los Estados Unidos. Aquí no se solía intervenir en la vida privada de los presidentes, y me parece que eso está bien. Es decir, la vida íntima y la vida privada se deben respetar, salvo cuando influyan en decisiones que afecten a todos. Por ejemplo, yo he dicho que sería muy importante, hacia el futuro, que los presidentes informen cuál va a ser su equipo de gobierno. Porque, de pronto, personas que no contaron con el respaldo popular, simplemente por estar cerca del presidente, terminan teniendo mucho más poder que el presidente mismo. En el texto expone las fallas del sistema penal acusatorio y de Justicia y Paz. Foto:EL TIEMPOEn segundo lugar, no creo que haya pruebas para afirmar que ese sea el caso ahora, pero es relevante cuando un presidente no está en capacidad de tomar decisiones por temas emocionales.Lo que está en el fondo de este debate es que las capacidades para manejar un país no pueden estar en entredicho. Sin embargo, tampoco se puede romper ni traspasar esa barrera e invadir, sin fundamento, la vida privada de los hombres públicos.¿Usted cree que esa idea de que el Senado pida un examen para el presidente de la República va a tener algún futuro?No creo que eso vaya a prosperar. No me parece viable, además, porque sería muy difícil definir quién hace el examen. Empezando por ahí. Y cualquiera podría cuestionarlo. También se podría prestar para que presidentes sanos terminen siendo examinados por psiquiatras insanos.Estamos en el año de aniversario, Dr. Gómez Méndez, de un sistema que a usted no le gusta mucho: el sistema penal acusatorio. Usted le ha hecho muchas críticas. ¿Cree que ese experimento en el que nos metimos finalmente le sirvió al país?No, claramente no. Hace muy poco tiempo, la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia organizó un foro —creo que fue en Paipa o Duitama, Boyacá— y allí el balance fue muy negativo. Este sistema fue impuesto de manera totalmente superficial, sin que se hicieran los análisis necesarios. Se suponía que iba a agilizar los procedimientos.Mire cuánto lleva el juicio al expresidente Uribe. Y, cosa irónica, quien impuso —en contra de mi opinión— el sistema acusatorio fue el presidente Uribe, junto con el fiscal Osorio, de quien decía que había que clonarlo. Y ahora mire: tenemos procesos que se demoran años. Y eso, hablando de los casos de mayor connotación. En general, hay personas que no pueden realizar una audiencia; la cita se programa para un mes, un año o incluso dos años después. Tanto es así que la sabiduría popular ya no llama a esto el sistema acusatorio, sino el sistema aplazatorio. Me parece que eso fue un tremendo error, una irresponsabilidad.Alfonso Gómez Méndez, exfiscal general. Foto:Claudia Rubio/El TiempoEntre otras cosas, del Congreso. ¿Qué ajustes le haría al sistema penal acusatorio en este momento?Ya es muy difícil echar marcha atrás. Pero hay que, fundamentalmente, buscar mecanismos para evitar esos aplazamientos. Quien facilite una prescripción por tantos aplazamientos, o quien facilite un aplazamiento —ya sea desde el Estado o desde el ejercicio de la profesión de abogado— debe asumir responsabilidades y cumplir con las consecuencias.Me parece que el gran error fue introducir una figura propia de la mentalidad americana en nuestra idiosincrasia latinoamericana.Otro sistema que empezó a funcionar en Colombia hace 20 años fue Justicia y Paz, el primer experimento de justicia transicional en el país. ¿Cómo nos ha ido con este sistema de justicia?Creo que los colombianos nos hemos excedido en eso: en amnistías e indultos, hasta llegar prácticamente a la impunidad total. Yo diría que, si fuera por leyes de amnistía o indulto, Colombia sería un paraíso. He verificado, para una columna que escribí en El Tiempo, más de 30 leyes de amnistía e indulto. Hemos tenido de todo, desde el siglo XIX, el siglo XX y lo que va del XXI.Lo de Justicia y Paz me parece que, en cierta forma, funcionó, porque los grupos paramilitares se desmovilizaron. Pero no ha funcionado porque no ha permitido conocer la verdad. Lo que el país quería saber sobre el paramilitarismo era quiénes lo financiaron desde sectores privados, quiénes lo toleraron desde sectores del Estado y quiénes, incluso, fueron cómplices. Y hasta ahora, realmente, eso no se ha sabido.Desde ese punto de vista, me parece que Justicia y Paz sirvió de alguna manera, pero aún está pendiente obtener el resultado principal, que sería el conocimiento de la verdad.Y en materia de justicia con las Farc, ¿cómo ve usted la JEP?Pues yo fui partidario del proceso de paz. Lo fui desde antes; pertenecí desde mi juventud al Mrl, con López Michelsen, y el Mrl siempre fue partidario de la negociación política. Como ministro del presidente Santos, defendí el proceso de paz y también defendí la concepción de la JEP.Sin embargo, me parece que, de alguna manera, la JEP está retomando algunos de los vicios de la justicia ordinaria y se le está pasando el tiempo. Yo espero que cumpla su tarea; no es tan fácil, desde luego, pero hay que combinar los conceptos de justicia y paz, que no son incompatibles. Necesitamos hacer la paz, pero no a costa de la justicia. Los pueblos no salen adelante con leyes de amnistía permanentes que lleven a la impunidad total, porque esa es la fuente de otros conflictos.TAMBIÉN PUEDE VER: Juicio al expresidente Álvaro Uribe – Día 35 Foto:EL TIEMPODANNA VALERIA FIGUEROA RUEDAESCUELA DE PERIODISMO MULTIMEDIA EL TIEMPO

En Gustavo Petro prevalece más el caudillo que el hombre de Estado’: Alfonso Gómez Méndez
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