Iván Morales Corrales ha sido asesinado en una emboscada en Temixco (Morelos), a seis kilómetros de Cuernavaca, cuando viajaba junto a una mujer en una furgoneta negra contra la que pistoleros descargaron sus armas para después huir hacia una vía principal donde les esperaban sus cómplices en motocicletas, según detallan medios locales. No es un asesinato más, el policía ha visto la muerte con la cara deformada por las heridas que le dejó otro atentado hace justo 10 años, cuando viajaba en un helicóptero que fue derribado por un lanzacohetes en un ataque ordenado por El Mencho, en Villa Purificación (Jalisco). Entonces sobrevivió y recibió homenajes de Estado. El crimen ha buscado la misma fecha, el primero de mayo, para acabar con la vida del policía, que también fue recientemente testigo en el juicio contra El Menchito, encarcelado en Estados Unidos. Iván Morales Corrales es uno de los nombres propios que el crimen organizado ha dejado en su lista negra en México. El 1 de mayo de 2015, la Operación Jalisco se puso en marcha con la madrugada aún oscura para atrapar a Nemesio Oseguera Cervantes, líder del Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG). Sobre Villa Purificación, una de las lujosas madrigueras del Mencho en Jalisco, sobrevolaban cuatro helicópteros militares y de la Policía Federal cuando uno de ellos recibió el impacto de un lanzacohetes ruso y cayó en aterrizaje forzoso. Nueve agentes perdieron la vida aquel día, pero Morales Corrales pudo escapar de las llamas que ya habían afectado a un 70% de su cuerpo. Las crónicas de la época sostienen que los sicarios intentaron rematar a quienes huían de la aeronave siniestrada. Tiempo después, el presidente Peña Nieto, que vivía momento convulsos por la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, saludaba al agente de la cara quemada en un acto de reconocimiento a las fuerzas policiales, una imagen que ya forma parte de la memoria colectiva de México. Morales Corrales fue testigo en el juicio contra el hijo del Mencho, Rubén Oseguera González, sentenciado a cadena perpetua en Estados Unidos el pasado 7 de marzo. Una semana antes, su tío Antonio Oseguera, alias Tony Montana, había sido entregado por las autoridades mexicanas a Estados Unidos, en una operación requerida por el presidente Trump. El Mencho no tienen herederos de sangre para su poderoso clan criminal y las presiones estadounidenses sobre el Gobierno de Claudia Sheinbaum para combatir eficazmente al narco están poniendo nerviosos a los grandes capos, que estos días se revuelven con estallidos de fuego y violencia por medio México. Hace apenas una semana, los hombres del Mencho sembraron el terror por tres de los Estados sobre los que extienden su poder: Jalisco, Michoacán y Guanajuato. Fueron cuatro horas de narcobloqueos e incendios en carreteras de 30 municipios que atormentaron a la población entre balazos y en los que perdieron la vida dos policías. El capo estaba midiendo su poder contra la autoridad en unos momentos de horas bajas para su organización, que comenzaron con el hallazgo, a primeros de marzo, de un campo de reclutamiento, tortura y asesinatos de sicarios en el rancho de Teuchitlán, descubierto por madres buscadoras de desaparecidos. Las fotos de decenas de ropas y zapatos desencadenó enorme repercusión mundial y fuerte conmoción en México y dejó a los criminales un gran agujero en su imagen. Días después, la foto del Mencho se reproducía en un concierto en Guadalajara de Los Alegres del barranco, un grupo que ensalza la vida y obras de los capos en sus narcocorridos. Tampoco eso sirvió al Mencho, muy al contrario, se abrió un descomunal debate en el país sobre la complacencia con que la población jalea las hazañas de los criminales. El día que cayó el helicóptero en el que viajaba Morales Corrales, hace 10 años, los capos aún quisieron rematar a los supervivientes. Morales Corrales escapó rodando su cuerpo incendiado hacia los arbustos, tenía motivos para vivir: esperaba un hijo que nació un mes después de que le dieran el alta hospitalaria, en octubre. “Me empecé a quemar muy pronto. Me saqué la chamarra y el chaleco. El antibalas me salvó el pecho y la espalda”, contó después. Al atentado le siguió la clásica operación de cortes de carreteras e incendios que paralizó un radio de 79.000 kilómetros cuadrados, equivalentes al territorio de Panamá. La región estuvo en código rojo durante horas. Como si no pasara el tiempo, hoy se vive el mismo paisaje. Pero en esta ocasión, los criminales han logrado saldar su venganza contra el policía en la urbanización morelense de Las Brisas. Llegaron en una camioneta blanca que atravesaron en el trayecto de Morales Corrales y se lanzaron a tiros contra el vehículo, ocasionado la muerte del hombre y de la mujer que lo acompañaba, según algunos medios, su esposa.

Shares: