Su abuelo Rafel Pages se estrenó en el oficio acicalando vedetes para el espectáculo. Sus primeros retoques los hizo para las artistas del famoso Molino de la avenida Paral·lel de Barcelona. “Todo se teñía del mismo color, de arriba a abajo”, recuerda ahora divertida Carolina Pages, hija de Raffel Pages (1942-2021), el fundador de un imperio de salones de peluquería que cumple 100 años. Si su abuelo montó la primera peluquería, fue su padre el que tuvo visión de negocio y expandió la firma, creando una marca reconocida en toda España, que actualmente cuenta con 65 salones en el país y algunos en Francia y Portugal, además de más de 400 trabajadores. Cuatro años después de la muerte del padre, las dos hermanas Carolina y Quionia dirigen la firma y son propietarias de 17 peluquerías, mientras que el resto están asociadas a la marca.No es nada fácil mantener un negocio familiar durante más de 100 años, y menos en un mundo tan tornadizo como el de la estética. Pero Raffel Pages lo ha conseguido y no ha dejado pasar la oportunidad para celebrarlo por todo lo alto. El próximo 8 de mayo reunirá en una gran gala a centenares de personas en el Museu Marítim de Barcelona, en un evento bautizado como Cien años peinando almas, creando belleza, inspirando futuro. No faltará un desfile de peluquería, que seguirá su estilo “chic pero casual”, cuenta Carol, que se organizará en colaboración con la marca de moda Lola Casademunt. Más informaciónDesde que su padre se puso al mando, los valores de la firma han sido “la innovación, la formación continua y la excelencia en el servicio”, llevando a las clientas a explorar su propio estilo. Raffel Pages, que se añadió al nombre la segunda F después de su estancia en París —donde le escribían el nombre Raphel—, soñaba con ser médico, pero, después de haber crecido entre tijeras y tintes, la vida le llevó a seguir el oficio paterno. Tras un tiempo trabajando en el negocio familiar y con ganas de huir de una España que todavía era muy gris, emprendió su aventura parisina y fue a formarse a la peluquería más moderna del momento, el Salón Carita. “Se decía que María y Rosi [las propietarias] eran hermanas, pero sabemos que no era cierto”, apunta Carol, para referirse a que probablemente tenían una relación sentimental que en la época ocultaron.Brazalete trenzado con cabellos de Maria Antonieta y Luís XVI.

Albert GarciaVista de la sala principal del Museo de la peluquería Raffel Pages, que atesora más de 14.000 objetos.

Albert GarciaMáquinas antiguas para rizar el pelo del Museo Raffel Pages.

Albert GarciaSecadores de cabeza de diferentes épocas del museo Raffel Pages, que se puede visitar con cita previa.

Albert GarciaEsta experiencia en el glamuroso París de los años sesenta fue trascendental para que Raffel Pages diera un cambio de rumbo a la peluquería tal y como la había aprendido en casa. Allí quedó prendado de la fuerza que tiene la imagen, incluido el peinado, para construir una identidad. Con nuevas ideas en la mente, al volver a España, exploró los límites del cabello trabajando en televisión y moda ya bajo la definición de estilista, para más tarde fundar su propio salón de peluquería, que nada tenía que ver con la sencilla peluquería donde había crecido. Con una apuesta mucho más moderna e integradora de la estética, y ganas de comerse el mundo, empezó a desarrollar el concepto de peluquería emocional, que integraba las manos, los sentidos y las emociones al servicio del cliente, buscando que cada persona se sintiera única y especial desde que cruzaba la puerta del salón. Una manera de avanzarse a lo que ahora sería la personalización de la experiencia. El primer salón propio, inaugurado el año 1974 en el número 16 de la calle Reina Elisenda, fue el tijerazo clave de un negocio que iría creciendo, salón a salón, por toda Cataluña y luego España. Algunas de las nuevas aperturas eran propias, pero otras las llevaron a cabo asociados, con un modelo como el de las franquicias. Muchos de los pupilos de Raffel Pages eran los que abrían estas nuevas peluquerías, bajo el mismo nombre y con una manera parecida de entender la imagen. Porque su maestría le llevó a participar en eventos internacionales y también a crear su propia escuela, donde mostraba su innovación con nuevas técnicas y estilos: el Instituto de Perfeccionamiento Raffel Pages, abierto en 1992, momento de esplendor en Barcelona.Un museo único con más de 14.000 objetosSentada en una butaca de barbero antigua, Carol cuenta que su padre se apasionó por la peluquería de tal modo que quería saberlo todo, desde sus inicios. Fue así como consiguió atesorar más de 14.000 objetos relacionados con el cabello, que se resguardan en un museo detrás del salón de Rambla Catalunya, 99, en un principal del Eixample. El primer artículo que guardó Raffel Pages para esta vasta colección es precisamente un secador de pelo de la antigua peluquería de su padre, que rescató de la basura. Este popular aparato donde tantas señoras habían pasado horas, seguramente con una revista en las manos, fue el germen de su colección. En la sala donde guardan todos los tesoros del padre, que abrió en el año 2000 y se puede visitar con cita previa, conviven todo tipo de objetos, desde piedras de sílex que servían en la antigua Roma para cortar el pelo hasta tres cabellos de Napoleón, un ostentoso tocador que estuvo recubierto de oro de la época de los zares o una pulsera hecha con pelo trenzado de María Antonieta y Luis XVI. Además, conservan el primer tinte que sacó L’Oréal a principios del siglo XX, hecho a base de henna, o algunos mechones de los integrantes de los Beatles. Las dos hijas recuerdan que se pasaban los fines de semana en mercadillos de antigüedades y que en casi todos sus viajes hacían alguna parada para remover cacharros en tiendas de segunda mano. La mayoría de visitas que recibe el museo son de escuelas de peluquería y estética o de profesionales de todo el mundo que saben de la existencia de esta colección única, que está exhibida solo en parte, porque más de la mitad de los elementos están en armarios y estanterías. Disponen de un guía especializado en la materia que conoce la colección al dedillo.Siendo imposible exponer todo lo que Raffel Pages consiguió adquirir, cuenta Quionia que solo en una ocasión parte de la colección se pudo ver durante una temporada en el Museo Diocesano de Barcelona; fue hace más de 15 años. Aunque les gustaría que todos estos curiosos artículos tuvieran un aparador más grande y accesible —lo han intentado sin éxito—, aseguran que no desistirán en la conservación de una colección por la que su padre se desvivió. Igual que antiguamente la gente se hacía joyas funerarias con cabellos de las personas queridas, las dos hermanas conservan bien cerca la melena de su padre, en forma de diamante conmemorativo, de color amarillo, encastado en un anillo. Es la forma moderna de las joyas funerarias, diamantes que se elaboran con cabellos, nuevos objetos relacionados con el oficio que seguro que Raffel Pages hubiera querido conservar.

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