Al calor de un sol primaveral, subidos a la ola de emociones que brotó de la multitud de Anfield, Luis Díaz, Mac Allister, Gakpo y Salah fueron metiendo los goles que dejaron al Tottenham fuera de servicio y proclamaron al Liverpool campeón de la Premier a falta de cuatro jornadas para la conclusión del torneo. Hasta 2009, el club más popular del puerto del Mersey fue el mayor coleccionista de campeonatos ingleses. El United le arrebató esa condición cuando elevó el récord a 20 ligas. Gracias al impulso de Jürgen Klopp y de su sucesor, el inesperado Arne Slot, el Liverpool ha remontado hasta igualar las 20 ligas en lo alto del escalafón del fútbol inglés.

5

Alisson Becker, Trent Alexander-Arnold (Wataru Endo, min. 75), Ibrahima Konaté, Virgil van Dijk, Andy Robertson, Alexis Mac Allister (Darwin Núñez, min. 82), Cody Gakpo (Diogo Jota, min. 67), Dominik Szoboszlai (Curtis Jones, min. 67), Ryan Gravenberch, Mohamed Salah y Luis Díaz (Harvey Elliott, min. 75)

1

Guglielmo Vicario, Djed Spence, Destiny Udogie, Ben Davies, Kevin Danso, Archie Gray (Pape Sarr, min. 45), James Maddison (Dejan Kulusevski, min. 45), Lucas Bergvall, Brennan Johnson, Mathys Tel (Wilson Odobert, min. 67) y Dominic Solanke (Richarlison, min. 67)

Goles
0-1 min. 11: D. Solanke. 1-1 min. 15: Luis Díaz. 2-1 min. 23: Alexis Mac Allister. 3-1 min. 33: Gakpo. 4-1 min. 62: Salah. 5-1 min. 68: Iyenoma Destiny Udogie

Arbitro Thomas Bramall

Tarjetas amarillas
Gakpo (min. 33), Richarlison (min. 93), Harvey Elliot (min. 93)

El recuerdo de Klopp sobrevoló las tribunas. El alemán hizo mucho más que ganar títulos. Transformó el modo en que el club se veía a sí mismo hasta superar el complejo adquirido tras las tragedias de los años 80 y la aparición de Alex Ferguson en Old Trafford. Hoy los dueños, los empleados y los futbolistas, se saben parte de una organización poderosa y asumen su condición de custodios del legado. La reverencia por Klopp está cargada de supersticiones y de tabúes. Muy pocos se atrevieron a preguntarle por qué decidió renunciar al cargo en 2024, tras nueve años de revolución. Muchos menos le escucharon argumentar las verdaderas razones de un agotamiento que, según dijo públicamente, le había empujado a marchar.“Klopp dijo que estaba convencido de que el Manchester City sería inalcanzable en los próximos años”, recuerda una persona muy próxima a la dirección deportiva del Liverpool que prefiere el anonimato y cree conocer la verdadera causa de la marcha del alemán. “Creía que Guardiola había encontrado soluciones que estaban fuera del alcance de cualquier equipo en Europa para abrir defensas cerradas, y que había infundido un nivel de agresividad y ambición increíble en una plantilla con mucho futuro”. Klopp consideraba a Guardiola como el mejor entrenador del mundo y juzgaba que no le faltaba materia prima. Le impresionaban Doku, Dias, Haaland, Julián Álvarez y Bernardo Sivla, y los señalaba como los líderes de una transición que permitiría al City ser muy sólido en los próximos años.Ni Klopp ni nadie previó el estancamiento del Arsenal, ni la lesión de Rodri, ni mucho menos el derrumbe del City. El equipo de Guardiola proyectaba una sombra amenazadora cuando en el verano de 2024 los propietarios del Liverpool, John William Henry y Tom Werner, junto con el director deportivo, Richard Hughes, buscaron sucesor. El vacío dejado por Klopp equivalía a la orfandad. Se había marchado un profeta. Cuando Xabi Alonso se autodescartó en primavera, los analistas echaron mano del análisis cuántico. Los algoritmos que en 2015 habían puesto a los dirigentes tras la pista de Klopp, fueron la vía que les llevó hasta el entrenador elegido. Un técnico de 45 años, sin fama fuera de Holanda. Un tal Arne Slot cuyo Feyenoord registraba un número asombrosamente elevado de ataques, aproximaciones a la portería rival, goles esperados, y demás alegorías del big data.Contra el ‘big data’En el Liverpool no quieren precisar si fue Henry o Werner. Pero aseguran que uno de los propietarios, que creía firmemente en la eficacia del big data como modelo generador de oportunidades de otro modo invisibles, visitó a Slot después de contratarle y mantuvo con él una charla. Para empezar, le dijo que le había seleccionado por las estadísticas ofensivas que reflejaba su Feyenoord y explicó que el análisis de datos le había servido para detectar su talento. Slot le escuchó y luego le habló con firmeza. Le dijo que él era holandés, que Holanda era un país enamorado del fútbol, y que no creía en el empleo del big data tal y como lo habían utilizado para contratarlo a él. “El big data es un reflejo de la realidad, pero en un juego tan complejo la realidad nunca puede ser consecuencia del big data como pretenden muchos anlistas”.Por debajo de su sonrisa afable de provinciano de Overijssel, el técnico dejó claro al patrón que si le habían fichado para encajar en un modelo futurista regido por astrofísicos y matemáticos, se habían equivocado de hombre. Lejos de contrariarse, el dirigente refirió la anécdota a los miembros de la secretaría técnica: “¡Este es el entrenador que necesitamos!”.Hasta que ganó la liga de los Países Bajos en 2023, Slot solo gozaba de cierta reputación en Zwolle, pequeña ciudad medieval del este del país. Había sido el mediocentro del PEC Zwolle, campeón de la segunda división en 2002, y luego aprendiz de entrenador, según cuentan, obsesionado con examinar el Barça de Guardiola. “Aquí la gente no le pide autógrafos cuando le ven por la calle”, contó Ben Hendricks, exmánager del club, en The Athletic. “Este es un pueblo muy normal”.Mac Allister y Chiesa durante la celebración del título.Jon Super (AP)Como si la proyección pesimista de Klopp impregnase la visión de los dueños del Liverpool, la inversión en fichajes se redujo al mínimo: 30 millones en Mamardashvili, el portero, cedido en el Valencia; y 10 millones por Federico Chiesa, que llegó lesionado y nunca se recuperó. Básicamente, Slot heredó la plantilla con la que Klopp quedó tercero el año pasado. Solo pidió un fichaje, Frenkie de Jong, pero el centrocampista del Barça desestimó la oferta.Pocos puntosA Slot no le quedó más remedio que reconvertir a Gravenberch, un mediapunta, en mediocentro. Con ligeras variaciones, conservó el 4-3-3 de extremos de actividad contagiosa a la vez que profundos, y poco a poco, recalibró el equipo hasta ganarse el respeto de los jugadores, comenzando por Salah y Van Dijk. Punto a punto, gracias al metrónomo de Alexis Mac Allister, se puso por delante en la clasificación y sin perder el estilo ni el afán atacante fue avanzando mientras el City y el Arsenal, los grandes rivales, se descomponían por el camino. El mérito del Liverpool fue resistir. Su fútbol nunca alcanzó la excelencia de los mejores días del equipo de Klopp, que fue campeón con 99 puntos en 2020 e incluso quedó segundo en el curso 2021-22 con 92 puntos, 2,4 puntos por partido. Este Liverpool sumó 2,3 puntos por partido de media hasta la última jornada, y aun así le ha bastado para conquistar la Premier menos disputada desde 2020.Steven Gerrard confesó en su autobiografía que el gran remordimiento de su carrera fue haber sufrido la hegemonía del Manchester United sin haber podido ganar ni una Premier. “Me duele que nos hayamos estancado en 18 títulos de liga mientras el United, que estuvo por debajo durante décadas, conquistó un campeonato tras otro hasta ganar 20 y batir el récord del Inglaterra”.En 2020 Jürgen Klopp sumó la liga 19ª. Contra todo pronóstico, Arne Slot añadió la 20ª e igualó al gran rival de aquello que Steve McManaman llamaba “la ciudad prohibida”.

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